ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

viernes, 13 de octubre de 2017

Astucia y frustración (Cataluña). José Antonio Duran Lleida. La Vanguardia

Lo sucedido en el Parlament catalán el pasado 10 de octubre no pasará a la historia como paradigma de la ciencia jurídica. Desde luego, los inspiradores y oficiantes de la performance no habrán leído a Savigny y su obra De la vocación de nuestro tiempo para la legislación y la ciencia del derecho.

De acuerdo con la ilegal ley del Referéndum, la declaración formal de independencia y su eventual suspensión debe hacerla el Parlament. Sin embargo, fue el presidente de la Generalitat quien asumió el resultado del 1-O. Es decir, no sólo vulneraron la Constitución y nuestro Estatut, sino que no cumplieron ni sus propias leyes.
Poco después los diputados y diputadas de Junts pel Sí y las CUP firmaron la constitución de la “República catalana”. En pocas horas se declaró una cosa y se firmó la contraria. En el hemiciclo se intentó empatizar con la UE y en la sala de actos del Parlament se intentó calmar la ira de las CUP y la de miles y miles de ciudadanos y ciudadanas de buena fe que esperaban que Puigdemont cumpliera con su palabra. En definitiva, un esperpento que creó mayor desconcierto del que ya teníamos. Les aseguro que importantes dirigentes de la UE no dan crédito a lo sucedido. Una vez más, la política catalana adquirió en el Parlament un elevado tono teatral. Eso sí, mejor la comedia que la tragedia.

Pero como el problema de fondo y su solución es político y no jurídico, no voy a enzarzarme en reflexiones jurídicas. En el discurso de Puigdemont se ha querido ver la añorada finezza de la política italiana. Como padezco glaucoma en un ojo, quizás la limitación de mi campo visual no me permitió apreciar tal virtud en su intervención. Sólo vi la astucia que ha dominado desde el inicio del procés y lo único que logró fue crear más confusión y generar frustración entre los votantes independentistas.

Se pretendió ingenuamente hacer creer que se apostaba por el diálogo y que al hacerlo además a requerimiento de dirigentes europeos, se ponía en un gran aprieto al Gobierno español. Si este activaba el artículo 155, ponía en bandeja a Puigdemont la recomposición de la quebrada unidad independentista. Si por el contrario Rajoy aceptaba la supuesta presión de la UE, Puigdemont habría ganado gracias a la intervención de las instituciones o dirigentes europeos. ¡Jaque mate!
 
Pero los mensajes de la UE, incluido el dirigido a Puigdemont por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, desde el Comité de Regiones de la UE, nunca fueron los que desde Catalunya se han divulgado por el oficialismo. A la Unión Europea no le gustaron las imágenes de las cargas policiales del 1-O. ¡Cierto! Como lo es también que desean fervorosamente que nuestro problema se resuelva con diálogo y sin violencia. Pero diálogo en el marco de la Constitución y de los tratados de la UE. Y siempre exigiendo respeto a la unidad territorial. Y de aquí no se moverán. No quieren la disgregación de Catalunya por el efecto dominó que supondría en algunos de sus estados. Nunca apostarán por la modificación ilegal y sin acuerdo de sus fronteras, conscientes de que el curso de la historia requiere que la UE siga el camino inverso, el de la unidad. Nuestro gran reto como catalanes, ya sea en España o en Europa, es que esta se fundamente en la máxima diversidad posible. No es fácil, y menos lo será sin recuperar el prestigio perdido.
Se reclama mediación europea, pero sorprende que los dirigentes independentistas no entiendan que el Estado español no admitirá una mediación con una parte de su territorio. A quien pretende construir un nuevo Estado hay que exigirle que tenga una mínima cultura de Estado para comprenderlo. De ahí la insistencia machacona de la UE: se trata de un asunto interno. Estas últimas semanas se ha remarcado la idea de que “sólo cuando seamos un Estado podrá darse tal mediación”. Y tampoco es cierto. Porque siempre que ha intervenido la UE, lo ha hecho tras conflictos armados con decenas, centenares o miles de víctimas. La UE medió entre Eslovenia y el ejército yugoslavo tras muertos de una y otra parte; lo hizo entre Kosovo y Serbia tras una guerra, e intervino en las negociaciones entre los británicos e Irlanda del Norte en el Ulster. ¿Es que alguno de nuestros dirigentes piensa en escenarios como el de la desintegración de Yugoslavia? ¿O acaso algunos están urdiendo un escenario como el del Ulster y no les basta con esa maldita obsesión de tildar de unionistas a todos aquellos que no piensan como ellos?

Descartada por tanto la mediación, nos queda el diálogo. Rajoy ha recurrido también a la astucia con la aplicación diferida del 155. Pedro Sánchez ha jugado bien sus cartas obteniendo una concreción de los plazos para una reforma constitucional. ¡Qué lástima que Rajoy no nos hubiera escuchado antes! ¡Cuántas cosas habrían cambiado y cuánto nos habríamos ahorrado! Si la última astucia de Puigdemont dividió a la mayoría independentista de Junts pel Sí y las CUP, la de Sánchez y Rajoy abre una enorme grieta en el seno de Junts pel Sí.

Nos conviene a todos clarificar urgentemente la situación. Alargar más el desconcierto, la incertidumbre y la inestabilidad perjudica gravemente nuestra convivencia. ¿Qué ha quedado de los eslóganes “Un sol poble o “Som 6 milions”? Y prolongar la inestabilidad es también suicida para nuestra economía, por mucho que irresponsablemente desde el Govern de la Generalitat se minusvalore la salida de bancos y empresas. Desde hace años se ha afirmado sin pudor que Europa nos esperaba con los brazos abiertos; que jamás saldríamos de la UE; que los bancos y empresas nunca abandonarían Catalunya. O han estado engañando dolosamente o es que no tenían autoridad moral alguna para dirigir un país.

Me queda una última reflexión. Cuando escribo este artículo, la pelota esta en el tejado del Govern de la Generalitat. Hago votos para que se restablezca el imperio de la ley y para que la política sustituya a los tribunales. Vale la pena repasar la historia de los últimos 80 años. El 6 de octubre de 1934 acabó con el Govern de Catalunya en prisión y se suprimió la autonomía. Año y medio más tarde se produjo la victoria de las izquierdas y llegó la confrontación entre el Frente Popular y el de las derechas. Luego se vivió la fratricida guerra que nos abocó al túnel del franquismo. ¿Alguno de estos episodios ofreció resul­tados positivos a Catalunya o a España? El periodo de mayor progreso económico y ­social para todos y de mayor autogobierno de la historia de Catalunya llegó con la Cons­titución de 1978. ¿Por qué no ser capaces
de ­renovar y adaptar el consenso que la hizo posible?

Unos han de renunciar a la DUI acatando la Constitución y el Estatut, y los otros han de apostar definitivamente por la política ­para ofrecer soluciones. Si no es así, se impondrá el 155 y la bolcheviquización de Catalunya al mando de los escaños de las CUP y de dos entidades que nunca pasaron por las urnas. Destaco la declaración de una dipu­tada cupera al abandonar el Parlament el ­pasado martes: “Las victorias se obtienen en las calles, no en los parlamentos”. Habrá que recordar a Joan Fuster cuando decía que “los fracasos nunca fueron fruto de la improvi­sación”.